viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Credulidad o fe?

Por A. W Tozer

La credulidad y la fe son, respectivamente, como hongos venenosos y comestibles; lo suficientemente cercanos en apariencia para ser confundidos, pero tan desemejantes que sus efectos son precisamente los opuestos. El verdadero hombre de fe es raramente crédulo, y el crédulo raramente tiene verdadera fe.

La fe pertenece a los de corazón sencillo, la credulidad a los simples de mente. Y están a universos de distancia. Los primeros honran a Dios creyendo sus promesas frente a toda la evidencia; los segundos son hijos de la superstición, y no dan honra a nadie. En lugar de ello, revelan unos hábitos mentales desordenados y ausencia de percepción espiritual.
Es asombroso lo que la gente puede llegar a creer cuando se lanzan a ello. Con toda razón consideran un pecado dudar de la Biblia, por lo que rehúsan rechazar nada que sea servido juntamente con la Biblia, por ridículo y antiescriturario que sea. Si la historia tiene un halo de maravilla a su alrededor, estos amigos acríticos la aceptarán sin dudarlo y la repetirán con una voz llena de asombro y con mucho temblor solemne y las cabezas inclinadas. Multipliquemos estas personas en cada iglesia determinada, y tendremos un terreno perfecto para todo tipo de falsas enseñanzas y excesos del fanatismo.

Distinción entre santificación y justificación

Por J. C. Ryle
¿En qué concuerdan y en qué difieren? Esta distinción es importantísima, aunque quizás a primera vista no lo parezca. Por lo general las personas muestran cierta predisposición a considerar sólo lo superficial de la fe, y a relegar las distinciones teológicas como “meras palabras” que en realidad tienen poco valor. Me atrevo a exhortar a aquellos que se preocupan por sus almas, a que se afanen por obtener nociones claras sobre la santificación y la justificación. Acordémonos siempre de que aunque la justificación y la santificación son dos cosas distintas, sin embargo en ciertos puntos concuerdan y en otros difieren. Veámoslo en detalle.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La belleza de la modestia


Por Charo Washer

La belleza ha sido y será un tema de gran importancia para la humanidad –especialmente para aquellas del género femenino. Cada día hacemos un esfuerzo y gastamos gran cantidad de tiempo y dinero para hacernos a nosotras, a nuestras casas, carros y otros accesorios de nuestras vidas, tan bellos y atractivos como sea posible. No hay, por supuesto, nada de malo con querer ser bella y aun debemos ser cuidadosas en aprender lo que es precisamente belleza. Lo crean o no, las Escrituras tienen mucho que decir sobre la belleza, su fuente y como ésta se refleja en la vida y persona de una mujer cristiana. En este pequeño estudio vamos a centrar nuestra atención en sólo dos versículos del tercer capítulo de 1 de Pedro.

En el versículo 3, Dios hace el quizás la más profunda declaración sobre la genuina belleza centrada en Dios.

VUESTRO ATAVÍO NO SEA EL EXTERNO,… (1 Pedro 3:3)

Esto no significa que debamos lucir lo peor posible para que esa manera la belleza de Dios pueda brillar, o que todo lo concerniente a la belleza es vanidad. Dios simplemente está diciendo que la Belleza no viene de afuera. De hecho, los adornos externos son mas un estorbo para la verdadera Belleza que una ayuda. ¡Estamos tan preocupadas por nuestra ropa, cabello, maquillaje y accesorios! Sin embargo, esas cosas no guían más a una vida espiritual que a una atracción sensual de la carne. ¿Cuan frecuentemente nos vestimos para atraer las miradas? ¿No entendemos que “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”? (1 Juan 2:16) Y "si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él." (1 Juan 2:16, 15). Debemos dejar de llamar la atención sobre nosotras mismas y buscar irradiar una Belleza tal que dirija todos los ojos hacia Dios.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Motivados al temor de Dios (cuando al malo le va bien)


Unas de las cosas maravillosas de la Biblia es su completa sinceridad. No oculta los errores, debilidades ni pecados de ninguno de sus personajes históricos, sino que transmite la historia de una manera transparente. Podría no haber mencionado el pecado de David con Betsabé, podría haber ocultado la hipocresía de Pedro ya que este era un apóstol reconocido en la iglesia toda, sin embargo no lo hizo. Los muestra tal cual  fueron, con defectos y virtudes.

También la Biblia es sincera y transparente al decirnos que muchas veces habrá cosas que nos perturben. Una de ellas es cuando al malo le va bien.
No se si te ha pasado, esforzarte por agradar y servir a Dios en todo mientras las cosas no salen como uno espera, a la vez que a otra persona que ni le tiene en cuenta y vive su vida de una manera egoísta y en abierto pecado las cosas le van "viento en popa" y todo parece prosperarle.
Seamos sinceros, esta es una clara razón por la cual nuestra fe puede entrar en conflicto, al menos por algun momento. Pero Dios ha provisto de su sabiduría para que podamos enfrentar con éxito semejante crisis.
Hay muchos pasajes bíblicos que nos hablan de esta cuestión. Yo he tomado Proverbios 23:17, 18


"No tenga tu corazón envidia de los pecadores,
Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo;
Porque ciertamente hay fin,
Y tu esperanza no será cortada."


El hecho de que se nos diga que no envidiemos a los pecadores, claramente da por sentado que en algunas ocasiones seremos tentados a hacerlo.
Podemos dividir este texto de una manera natural en dos partes: un mandamiento, cuya forma adopta una forma tanto negativa como positiva y la firme razón para obedecerlo.

martes, 11 de septiembre de 2012

El evangelio y las disciplinas espirituales


Por Sugel Michelén

Todo creyente verdadero desea crecer y madurar en su vida cristiana. De hecho, es muy probable que muchos puedan identificar algunas áreas específicas en las que desean ver cambios significativos en este año que recién empieza. Pero también es posible que algunos se sientan un poco frustrados antes de empezar, porque en “Eneros” anteriores han comenzando el año con los mismos propósitos y el mismo deseo de cambiar, pero el resultado no ha sido satisfactorio.

Puede ser que el problema radique en el hecho de haber comenzado a edificar sin haber puesto primero el fundamento que habría de soportar ese edificio. Esa base no es otra que la doctrina de la justificación por la fe sola. Ningún creyente podrá experimentar verdadero crecimiento en gracia a menos que posea un claro entendimiento de que ha sido plenamente aceptado en la presencia de Dios por causa de la justicia perfecta de Su Hijo y Su obra redentora en la cruz del calvario. Eso quiere decir que el amor de Dios por ti no depende de que te dediques fielmente a leer la Biblia y orar durante todo este año, sino de lo que Cristo hizo a nuestro favor hace 2,000 años atrás.

Ahora bien, esa no es toda la historia. También debes saber que ahora Dios tiene como propósito en tu vida hacerte cada vez más semejante a Su Hijo (la doctrina bíblica de la santificación). Y uno de los instrumentos que Dios usa para hacer avanzar este proceso de cambio en nuestras vidas son las disciplinas espirituales. El ejercicio de estas disciplinas no nos gana méritos delante de Dios, sino que nos ayudan a centrar nuestras vidas en Cristo, quien es en realidad el que produce el cambio en nosotros.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Los Frutos del Arrepentimiento

Por John MacArthur

¿Qué tipo de evidencia corrobora el arrepentimiento auténtico? Cuando la gente hizo esa pregunta a Juan el Bautista en Lucas 3:10, él les dijo que compartieran con sus vecinos necesitados (v. 11). A los recaudadores de impuestos, dijo, “No exijáis más de lo que se os ha ordenado.” (v. 13). A los soldados él dijo, “A nadie extorsionéis, ni a nadie acuséis falsamente, y contentaos con vuestro salario.” (v. 14).

En cada caso, se le pide una actitud desinteresada y una bondad hacia el prójimo. Esa lista no agota todos los posibles frutos del arrepentimiento, por supuesto, pero demuestra que el arrepentimiento genuino debe producir el tipo de cambio de carácter que se traduce en una diferencia cualitativa en la forma en que vivimos. Santiago escribió: “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). De manera similar, el arrepentimiento que no produce obras es estéril e inútil. Una persona que se ha arrepentido sinceramente nunca se queda sin cambios.

El apóstol Pablo también buscó como prueba de arrepentimiento. “no fui rebelde a la visión celestial”, dijo, “sino que anuncié…y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento"(Hechos 26:19-20).

El énfasis en el auto-examen es consistente en toda la Escritura. Debido a que el verdadero arrepentimiento es una de las primeras indicaciones de la salvación, los creyentes pueden y deben mirar hacia el fruto del arrepentimiento por seguridad. Como dijo Pablo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

La Escritura presenta el auto-examen como requisito previo esencial para la seguridad auténtica:

"Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?" 2 Corintios 13:5

jueves, 6 de septiembre de 2012

La Predicación de nuestros días Vs. La Predicación Histórica


Por Misael Nieto

En Romanos 3:21-28 encontramos el pilar de la fe cristiana. A lo largo de la historia, los teólogos han estimado estos versos como la columna vertebral de la fe, y por lo tanto de la predicación. Algunos han dicho: “he aquí la acrópolis de la fe cristiana”.


"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley."


Pero ¿por qué razón? Sencillamente porque en estos versículos encontramos la realidad universal del hombre. El hombre es pecador y los pecadores son culpables. Dios es un Dios justo, y el debe hacer justicia porque esa es su naturaleza. El hombre pecó, y “Dios no tendrá por inocente al culpable” (Éxodo 34:7). Nuestra herencia era la condenación eterna. Por eso “todos están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Pero Dios mismo entregó a su Hijo unigénito, e hizo justicia con su sangre. Cristo pagó nuestras deudas y nuestros crímenes no quedaron impunes. Romanos 3:22 nos muestra que esta justicia por medio de la fe en Jesucristo se aplica a todos los que creen en Él.
Esta verdad bíblica es esencial y básica, y es la más importante de todas las verdades bíblicas, debido a que aquí se plantea el problema universal del pecado, su condenación y la salvación de Dios por medio del sacrificio de Cristo en la cruz del calvario tomando nuestro lugar.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Probados para ser dependientes

Por Jerry Bridges


Un área de nuestras vidas en la que Dios tiene que trabajar constantemente, es en nuestra tendencia a depender de nosotros mismos y no de Él. Jesús dijo: …"porque separados de mí nada podéis hacer" (Jn. 15:5). Lejos de nuestra unión con Cristo y sin una total dependencia de Él, no podemos hacer nada que glorifique a Dios.

Vivimos en un mundo que rinde culto a la independencia y la autosuficiencia. “Soy el dueño de mi destino: Soy el capitán de mi alma” es el lema de la sociedad a nuestro alrededor. Podemos caer fácilmente en el patrón de pensamiento del mundo, debido a nuestra propia naturaleza pecaminosa. Tendemos a confiar en nuestro conocimiento de la Escritura, nuestra habilidad comercial, nuestra experiencia en el ministerio, e incluso en nuestra bondad y moralidad. Dios debe enseñarnos, a través de la adversidad, a confiar en Él, y no en nosotros mismos. Incluso, el apóstol Pablo dijo que sus dificultades, las que describió como “más allá de nuestras fuerzas” se dieron…"para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:8-9).
 Dios permitió que Pablo y sus colaboradores llegaran a una situación tan desesperada, que perdieron la esperanza de la misma vida. No tenían nadie más a quien acudir sino a Dios.

Saber qué olvidar... saber qué recordar...

Esta mañana, mientras navegaba en internet, encontré publicada la siguiente frase:

"El tiempo que estás perdiendo recordando tu pasado, te está quitando la fuerza para alcanzar el plan divino que Dios para ti ha designado"

Hoy en día se comparten mucho esta clase de escritos en las redes sociales. Algunas frases encierran hermosas verdades y otras son simplemente psicología disfrazada con un delgado baño de cristianismo. Aún así, tienen un alto grado de aceptación.
Justamente esta misma mañana me detuve en un par de pasajes bíblicos que algo de relación guardan con este pensamiento. Seguramente los habrás leído cientos y cientos de veces. Son de esos pasajes que uno los conoce tanto que deja de prestarle atención en la lectura , perdiendo así la gran riqueza que contienen. Uno de ellos es 1 Corintios 15:9-10

"Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. "

Muchas veces me he preguntado qué habrá pasado por la mente de Pablo al escribir estas líneas... Cuáles habrán sido sus sentimientos... Aunque si leemos entre líneas podemos notar un grado de dolor por su pasado. Él no había olvidado lo que había sido tiempo atrás ni de donde había sido sacado. Si alguien hoy lo oyera decir "...soy el más pequeño de los apóstoles" o "... no soy digno de ser llamado apóstol" enseguida lo hubiera juzgado de tener un grave complejo de inferioridad. Sin embargo, es a la luz de este recuerdo que brilla con todo su fulgor la gracia de Dios. Su pasado era como el paño negro que hace resaltar la belleza de la joya.
Este que ahora predicaba a Cristo antes había perseguido a la iglesia de tal manera que se había convertido en un personaje temido, y al parecer, él no lo había olvidado.
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