lunes, 22 de julio de 2013

Llamado al servicio

Por William Gurnall

«Todo soldado está llamado a una vida de servicio activo, igual que el creyente. La misma naturaleza de ese llamamiento excluye una vida ociosa. Si pensabas ser soldado de verano, considera con cuidado tu comisión. Tus órdenes espirituales son rigurosas. Igual que el apóstol, no quiero que ignores esto y, por tanto, cito algunas directrices.


1. Renuncia a tus pecados predilectos
Aquellos pecados más cercanos a tu corazón deben ahora ser hollados bajo tus pies. ¡Y se necesita valor y coraje para hacerlo! Crees que Abraham fue probado al límite cuando se le pidió tomar a Isaac -"tu hijo, tu único, a Isaac a quien amas" (Gn. 22:2)- y ofrecerlo con sus propias manos. Pero no tiene ni comparación con esto: "Alma, toma tu deseo, el hijo más cercano a tu corazón, tu Isaac, aquel pecado del cual piensas granjear mayor placer. Ponle las manos encima y ofréndalo; derrama su sangre ante Mí; clava el cuchillo sacrificial en su mismo corazón, ¡y hazlo con gozo!".
Esto es superior a las fuerzas humanas. Nuestros deseos no se quedarán quietos sobre el altar con la paciencia de Isaac, ni como el Cordero que va mudo al matadero (Is. 53:7). Nuestra carne ruge y chilla, partiéndonos el corazón con sus horribles gritos. ¿Quién puede expresar el conflicto, la lucha, las convulsiones de espíritu que aguantamos antes de cumplir con esta orden de corazón? ¿Quién puede explicar plenamente la sutileza con que tal deseo defenderá sus derechos?

sábado, 13 de julio de 2013

Los ojos de Dios

Por Misael Vagni

Generalmente suelo compartir aquí estudios bíblicos y artículos de interés... Pero esta vez quiero exponer un escrito un tanto diferente, pero no por eso menos reflexivo. Este es un escrito que realizara Misael Vagni, un hermano y amigo. Lo comparto confiando que será de impacto, como lo fue para mi...

"Los mismos ojos que cegaron a Pablo. Que encontraron discípulos a la orilla del Mar de Galilea. Que le dieron una segunda oportunidad a Pedro.
Pupilas que le irradiaban amor al enfermo, pasión al decaído, compañía al solitario, esperanza al leproso.
Que se cerraban cuando el sol rompía el negro de la noche, los que se aguzaban cuando el atardecer se hacía presente, los que María esperaba ver en el pesebre, y que luego se quedaron viendo los suyos, sabrá José cuánto tiempo.
Los que fueron golpeados por cientos de judíos, moretoneados por rudos soldados, despedazados por látigos de sicarios. Que se cerraron por un tiempo, pero que se abrieron con más poder que antes.
Los que desde arriba de la cruz buscaron a Juan, y le señalaron a María. “Ahí está tu madre”.
Ojos humildes con las personas, compasivos ante el enfermo, furiosos ante el pecado, tiernos hacía todos. Imponentes ante el mundo, y más allá del mismo.
Esos mismos ojos, hoy nos buscan. Entre guerras, pestes, corrupción, violencia, asesinatos, cárceles.
Nos llaman. A regresar, a sentir, a perdonar, a cuidar, a respetar, a saludar, a amar.

Él nos busca.

¿Lo estamos buscando? "
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