La pregunta más importante

Hace un tiempo atrás, mientras estábamos reunidos como iglesia, me acerqué al joven que  dirigía los coros. Me llamó la atención que continuamente repitiera "aleluya...aleluya"... y mientras lo hacía le pregunté si sabía que significaba esa palabra. Su respuesta quitó mis sospechas: - "No tengo ni la más remota idea, pero todos la dicen... supongo que significa estar contento..., me contestó. Además reafirmó mi teoría: hay cosas que hacemos o decimos simplemente por costumbre sin lograr discernir cuál es el verdadero sentido que muchas veces es más que profundo.


Hay muchos casos de esto que pudiera aquí citar pero solo tomaré uno como ejemplo.  Conozco iglesias donde la mujer se cubre el cabello durante el culto, y no puedo obviar que durante mucho tiempo se discutió si esto es aplicable hoy para nosotros o simplemente se trataba de algo cultural y aplicable sólo a las mujeres de aquella época. No quiero exponer ese tema aquí, solo usarlo como ejemplo.
Cuando leemos en la Biblia el pasaje donde se refiere a este tema (1 Corintios 11), lo hace en el contexto de los Corintios  y todos los desórdenes que les caracterizaban. El contexto habla de que la mujer debe ser sumisa a su esposo, debe respetarlo como tal por el lugar que Dios le ha dado. Precisamente el velo era un emblema de sujeción. La pregunta es ¿de qué serviría que la mujer se cubra el cabello en el culto del domingo si no respeta ni obedece a su esposo de lunes a sábado?  ¿Qué sentido tendría? Sin embargo, a veces  suele hacerse por simple costumbre sin llegar a entender el significado profundo que tiene y convertirse en un ritualismo sin sentido. Y mientras hombres y mujeres discuten si es aplicable o no en el presente, se pasa por alto el verdadero sentido.
Otro claro ejemplo, y este sí quiero desarrollarlo en esta entrada, es cuando las personas (y esto incluye a creyentes y no creyentes) se refieren a Jesús como "el Señor Jesús". Ésta es una de las palabras que más ha perdido sentido por el repetido uso que hacemos de ella sin pensar en la profundidad que conlleva el hecho de decir a Jesús Señor.
Como bien ejemplifica Jorge Himitian en su libro Jesucristo es el Señor, estamos acostumbrados a decir "señor Perez" o "señor Gutierrez" en un sentido de respeto. Pero cuando la Biblia habla de "Señor" Jesús, no lo hace en este sentido.
Cuando la Biblia habla de Jesús como Señor, usa la palabra griega "kyrios" o "kurios". El kyrios, en el imperio romano, era aquella persona que tenía esclavos o personas a su servicio. De hecho, kyrios significa: supremo en autoridad, controlador; Señor, soberano, amo, dueño...
Cuando vemos el uso que se hace de esta palabra en el Nuevo Testamento trae más luz aún: Kurios se usó frecuentemente para “dueño,” por ejemplo, el dueño de una viña (Mat. 20:8), de un pollino (Luc. 19:33), de un perro (Mat. 15:27), de un mayordomo (Luc.16:3), y de un esclavo (Hch. 16:16, 19).
Incluso se utiliza kurios para hablar  donde debe haber sumisión, y así hallamos en  1 Pedro 3:6 que Sara, como esposa de Abraham, debía ser sumisamente obediente a él: de allí que lo llamara “señor” (kurios).
Se utiliza además en relación de un esclavo para con su dueño (Mat. 13:27; 25:20); un trabajador para con su empleador (Luc. 12:8); un ciudadano para con el magistrado civil (Mat. 27:62-63); y de un hijo para con su padre (Mat. 21:29). Cada una de estas expresa la idea de sumisión y obediencia a la persona
designada como kurios.

De modo que cuando le llamamos "Señor Jesucristo" estamos diciendo que Él es nuestro  supremo en autoridad, controlador; Señor, soberano, amo, dueño.  
Cuando la Biblia afirma que Jesucristo es Señor, está diciendo que es el amo, dueño de todo cuanto existe, todo es suyo incluso nuestra vida le pertenece.
Es interesante notar que se hace referencia a Él como “Salvador” en dos ocasiones en el libro de los Hechos, mientras que se hace referencia a Él como “Señor” en noventa y dos ocasiones y en todo el Nuevo Testamento más de trescientas veces..

  Filipenses 2:9


"Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor (kyrios)."



Todo esto me hizo pensar en las palabras de Jesús en Lucas 6:46  "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?"  Como si dijera: muchachos, dejen de decirme Señor si no tienen la voluntad de obedecerme!! Sin embargo, ¡Cuántas personas que ni siquiera han pasado a diez kilómetros de la cruz le llaman SEÑOR Jesucristo! Y cuántas de las personas que están en nuestras iglesias dicen conocer al SEÑOR Jesucristo y viven en desobediencia... ¡Tremenda contradicción!
 La realidad es que no le conocen como Señor...
Tanta importancia ha tenido desde el principio de la venida de Jesucristo a la tierra el título de “Señor” que en el Nuevo Testamento no hay otro título tan aplicado a Jesucristo!

Me hago eco de las palabras de Arthur Pink para hacer la pregunta más importante: " No te preguntamos: “¿Es Cristo Tu “Salvador?” Sino ¿Es El, de verdad y realmente tu Señor? Si él no es tu Señor, entonces con toda seguridad El no es tu “Salvador.” Aquellos que no han recibido A Cristo Jesús como su “Señor” y aun suponen que es su “Salvador,” están engañados, y su esperanza descansa sobre un fundamento de arena. 
Cuando preguntamos, ¿Es Cristo tu Señor? No preguntamos, ¿crees en la Divinidad de Jesús de Nazareth? ¡Los demonios hacen eso (Mat. 8:28,29) y a pesar de eso perecen! Usted puede firmemente quedar convencido de la Deidad de Cristo, y aún puede estar en sus pecados. Usted puede hablar de Él con mucha reverencia, llamarle por sus títulos divinos en sus oraciones y aún puede no ser salvo. Usted puede abominar a aquellos que menosprecian Su persona y niegan Su divinidad, y sin embargo no tener ningún amor espiritual hacia Él. Cuando preguntamos, Es Cristo tu Señor, queremos decir, ¿Ha ocupado Él de verdad el trono de tu corazón? ¿Gobierna realmente Él tu vida?


Jesucristo ES el SEÑOR!