“¿Entonces qué? Que de todas maneras, ya sea fingidamente o en verdad, Cristo es proclamado; y en esto me regocijo”
Desde un punto de vista humano, Pablo tenía todo el derecho de enfadarse porque había quienes predicaban el evangelio motivados más por la envidia que sentían por su ministerio que por amor a la Palabra de Dios.
"Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún." Filipenses 1:15-19
A pesar de ello, este pasaje nos permite ver cómo el apóstol se alegraba de que el evangelio fuera predicado a los ciudadanos de Roma y a penas se fijaba en la motivación equivocada de algunos de esos evangelistas “rivales.” Solamente una cosa puede explicar por qué Pablo era capaz de estar por encima de esta situación -su confianza absoluta en el poder del evangelio. No importa el predicador o la motivación, que el evangelio avance es un motivo de alegría porque siempre cumple el plan que Dios le ha designado.
El hecho de que la efectividad de la Palabra inspirada de Dios no dependa de la pureza del predicador es una verdad que encontramos a lo largo de toda la Escritura. Por ejemplo, en Números 22-24 vemos cómo, a pesar de querer maldecir al pueblo de Dios, Balaam (en contra de su voluntad) acabó declarando la bendición de Dios sobre Israel. Allí también vemos cómo Dios puede incluso declarar su Palabra a través de un burro, si esto fuera absolutamente necesario (22:28), demostrando de esta manera que el poder de su mensaje no reside en quienes lo proclaman – excepto Jesús, pues él es Dios mismo encarnado (Juan 1:1, 14). De hecho, “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” Hebreos 4:12.
Esto es siempre verdad independientemente de que el predicador sea el más santo de los santos o el peor de los pecadores.
Nos debe alegrar que el poder del evangelio no resida en quienes lo proclaman. Si su efectividad dependiese del corazón del predicador, estaríamos en una situación peor de lo que podríamos imaginar, pues nadie (excepto Jesús) ha sido, es, ni nunca llegará a ser lo suficientemente puro como para merecer ser portador de la Palabra de Dios
"...por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios..." Romanos 3:23
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." 1 Juan 1:8-9
De modo que, el poder transformador del evangelio no reside en los frágiles seres humanos que lo proclaman hasta los confines de la tierra, sino en el hecho de que por naturaleza esa revelación es como el mismo aliento que emana de la boca de Dios
"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" 2 Timoteo 3:16-17
Aunque es verdad que debería preocuparnos la motivación y hacer todo cuanto esté en nuestras manos por ordenar al ministerio cristiano sólo a quienes buscan agradar a Dios de corazón, la Escritura nunca fallará en llevar a cabo el propósito de Dios a través de ella
"Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié." Isaías 55:10-11
El evangelio “es el poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16), no el mero predicador humano.
Pablo tenía tanta confianza en el evangelio porque sabía que pertenece a Dios y es algo mucho más grande que el ministerio personal de cualquier individuo. Cuando logramos comprender esta verdad, somos libres de la tiranía de la última moda que pretende hacer el evangelio más aceptable al gusto del oyente. Si somos fieles en proclamar el evangelio de forma sencilla, clara e inalterable, entonces podemos estar seguros que irá acompañado del poder de Dios.
Fuente: Kerigma.net
bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
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