miércoles, 18 de julio de 2012

Bienaventurados los que lloran 2

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación" Mateo 5: 4

Hay motivos para llorar que nos aquejan a todos, tanto a creyentes como incrédulos. Sin embargo, como hemos visto en una entrada anterior, hay un lloro que es posesión exclusiva del verdadero discípulo de Jesucristo. El verdadero cristiano llora por su propio pecado y por el estado en que vive la sociedad alejada de Dios.
Jesús lloró frente a la tumba de Lázaro por ver lo que el pecado había introducido en la vida, es decir, la muerte. También en Lucas 19:41 lloró frente a Jerusalén porque su rechazo la llevaría a la destrucción, sintió compasión por su condición espiritual.
Mientras el mundo ríe y se deleita revolcándose en el pecado, el súbdito del reino de los cielos lo llora. Está consciente de su inclinación al mal y lo lamenta, como también se duele de las consecuencias del pecado en el mundo.
Jesús dice que personas así son bienaventuradas. ¿Por qué es esto así? Porque recibirán consolación.
¿Y qué lo consuela?


Lo consuela conocer el perdón de Dios
Dios ha ofrecido en Jesucristo al perfecto salvador. El discípulo de Cristo, porque es pobre en espíritu, reconoce su condición y llora por ello. Sabe que no hay esperanza en sí mismo, que depende absolutamente de la misericordia y gracia de Dios. En su desesperanza encuentra en Jesucristo la solución a tan tremendo mal. ¡Él es el Salvador perfecto!

En Romanos 7:24, 25 Pablo exclama: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" y en el siguiente versículo responde: "Gracias doy a Dios por Jesucristo, Señor nuestro..."

¿No es esto un gran consuelo para todos aquellos que hemos reconocido nuestra condición?

 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” 1 Juan 1:9

¡Sí que es un enorme consuelo! y por ello somos bienaventurados...

Lo consuela la esperanza que Dios brinda 
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse… Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos…” Romanos 8:18, 22-24


En los v. 19–25 de Romanos 8, se repiten continuamente las palabras “aguardar” y "esperanza". Tanto los creyentes como toda la creación aguardamos que la obra de Dios llegue a completarse...
Nosotros, los que estamos en Cristo, quienes poseemos al Espíritu como garantía de nuestra redención final, anhelamos el completamiento de la obra de Dios en nosotros. Aún no somos lo que deberíamos ser, pero un día seremos redimidos por completo. Y esto nos consuela, aún frente a las tribulaciones presentes.
Su promesa se cumplirá tal como lo ha dicho pero mientras tanto, la seguridad de que así será nos consuela... ¡Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación!


Lo consuela el saber que el evangelio sigue siendo eficaz
Pecadores seguirán siendo alcanzados por la gracia de Dios. Personas que hoy viven en pecado, aferrados a su maldad escucharán el mensaje de salvación y su vida será transformada. Vidas y familias enteras serán cambiadas radicalmente por haber sido alcanzadas por Jesucristo a través del evangelio fielmente predicado. Esto también es un consuelo y un estímulo para compartir la verdad de Dios a un mundo perdido que vive en oscuridad.
El verdadero seguidor de Cristo llora y se lamenta por el pecado. Ve que el pecado aún puede tomar la vida más maravillosa que haya pisado sobre la tierra y terminar clavándola salvajemente en una cruz. Aquellos que lamentan su pecado disfrutan hoy y disfrutarán en la eternidad el más maravilloso consuelo: el consuelo de Dios.


“Bienaventurados son los que lloran su pecado porque ellos recibirán la consolación de Dios”


Déjame repetirte la pregunta que te hice en el post anterior: ¿Por qué cosas lloras? ¿Qué cosas te hacen llorar? ¿Sientes en tu corazón la carga y peso de tus pecados? ¡Entonces hay consuelo!
El súbdito del reino de los cielos llora por el pecado, pero es bienaventurado, pues recibe y recibirá consolación.





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