miércoles, 11 de julio de 2012

Pobres en espíritu 3 - ¿Cómo puedo serlo?


"Sólo quien se ha reducido así mismo a la nada, y descansa en la gracia de Dios, es pobre en espíritu" -Calvino

En el recorrido que estamos haciendo de esta Bienaventuranza y a la luz de lo importante que es, puede surgir la pregunta ¿Cómo llego a ser pobre en espíritu? Desde el comienzo debo decirte que esto no es algo que se produce en nosotros por inclinación natural sino que es  una obra sobrenatural del Espíritu Santo.
Sin embargo, hay algo que podemos hacer en la búsqueda de crecer en esta virtud o se haga una realidad en nuestras vidas:



Exponernos sin excusas a la Palabra de Dios, pidiendo a Dios que nos ilumine y muestre nuestra condición.


Considera lo que la Biblia dice acerca del carácter santo de Dios y de lo que Él exige en su ley. Mira tu vida a través de esas cosas, porque es por medio de eso que entendemos verdaderamente nuestra terrible condición delante del Creador.
Es por ello que la Biblia es contundente cuando habla de la condición del hombre. En lo referente a la salvación todo lo que hemos recibido ha sido por pura gracia. Es decir, que no solo hemos recibido lo que no merecíamos, sino que además, no recibimos lo que sí merecíamos. Recibimos salvación sin merecerlo y no hemos recibido la ira de Dios a causa de nuestros pecados, aunque sí la merecíamos.

"...quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad..."  2 Timoteo 1:9

"El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo"  Tito 3:5


"Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;  y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor."  1 Corintios 1:27-31


¿Qué hemos hecho para que Dios nos amara? ¿Qué había de bueno en nosotros? ¿Poseíamos algún mérito propio? ¿No ha sido por pura gracia que hemos sido salvados?

Cuando nos exponemos a la Palabra de Dios sin excusarnos a nosotros mismos, no queda lugar para el orgullo, soberbia, ni autosuficiencia humanas y nos ayuda a tener una correcta actitud de corazón ante lo que Dios es y ante lo que somos.
Ante las Escrituras aflorarán nuestras deficiencias. Pero es la conciencia de tales deficiencias las que nos han llevado a ampararnos en Cristo y el conocimiento de cuánto aún nos queda por cambiar a la luz de Su Palabra nos mantendrá humildes delante de Él, obedientes y completamente dependientes.

Saber que estamos completos en Cristo a pesar de nuestras propias deficiencias debiera movernos a permanecer humildes delante de Él.

Comparárnos con Jesucristo


No podemos poner de verdad los ojos en Él y compararnos sin sentir pobreza espiritual. Generalmente, nuestro problema suele ser que nos medimos con otras personas y en algunos aspectos podemos vernos mejores que los demás. En cambio, cuando entendemos que la medida para TODO creyente es Jesucristo y nos comparamos con Él y su perfecta justicia, queda expuesta nuestra realidad. Inevitablemente caemos de rodillas ante Dios pidiendo su gracia capacitadora.
Es imposible contemplar nuestra negra pecaminosidad sino a la luz de su santidad.

"Es evidente que el ser humano nunca llega a un verdadero conocimiento de sí mismo sino hasta que haya contemplado antes el rostro de Dios, y después de semejante contemplación descienda para mirarse a sí mismo" 

Al compararnos con Cristo saldremos humillados, pero seremos bienaventurados porque aún con todos nuestros defectos el Reino de los Cielos nos pertenece. ¡Qué gran misericordia ha tenido Dios con nosotros!
¿No nos hace esto verdaderamente bienaventurados?


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