por Adrián Passarelli
Defendida, cuestionada, criticada, maltratada, puesta en duda y ampliamente rechazada. La verdad es una palabra agradable y un concepto poderoso. No obstante se puede convertir en un terrible problema y un objeto de guerra cuando lo que ella sustenta es considerado erróneo o equivocado para quien lo juzga.
La verdad es absoluta, todo seguidor de Cristo debería creer ese concepto, pues si se considera que la verdad es relativa se encontrarán contradictorias e inconsistentes muchas enseñanzas del Señor Jesucristo. Aceptar la relatividad de la verdad es ceder ante la pereza del razonamiento y rechazar intelectual o emocionalmente aquello que nos expone a nuestras debilidades y pecados. La frase anterior es muy profunda, considere esta paráfrasis: Es más fácil decir: “Yo tengo mi verdad y vos la tuya, no me intentes cambiar” que decir, “Yo estoy seguro que lo que creo es la verdad, pero déjame considerar lo que dices, quizás pueda darme cuenta que estoy equivocado”.
Aún cuando muchos acepten la verdad absoluta, muchas veces hay un rechazo reflexivo o inconsciente a la verdad, simplemente porque suena raro o desconocido. No es extraña esta experiencia ya que para muchos la tierra fue cuadrada, el sol giraba alrededor de ella, y era imposible viajar al espacio. Todas esas ideas fueron consideradas como falsas porque se consideraba que la “verdad” era otra. Ahora bien, esas personas tenían “su verdad”, esa verdad aparente era mentira. Era verdad para ellos, era mentira para el concepto absoluto de la verdad. Seguramente si hoy en día se tomara a un contemporáneo de Cristóbal Colón que rechazaba la forma de la tierra, se le podría demostrar con numerosas fuentes y recursos que la tierra es mayormente esférica. Colón también tenía sus argumentos, no serían tantos como hoy, pero aún así defendía “la verdad”. Otros tenían su aparente verdad: la tierra era cuadrada, estaba sostenida por una tortuga o al llegar al final un barco se caería en un gran barranco. Estaban equivocados, pero podían aprender, recibir un conocimiento, y salir así del error para tener “La verdad”. Un ejemplo bíblico es el de ciertos judíos que rechazaban que los gentiles formaran parte de los seguidores de Jesús por eso fue necesario el concilio de Jerusalén donde se deja claro por el testimonio de Pablo y Pedro que ellos (los gentiles) eran salvos por la fe del mismo modo que los judíos que creían en Jesucristo (Hechos 15). Si ellos no hubieran ignorado y desconocido las Escrituras sabrían que la salvación era para el mundo entero y que el plan de Dios no era solo la salvación de los judíos.
Otras veces, el rechazo no es por desconocimiento, sino que se suma otro obstáculo mucho más peligroso: el orgullo. Sabemos que el orgullo está en la raíz de todo pecado ¿y quién podría decir que está totalmente libre de este pecado? Pero nunca es tan palpable el orgullo en nuestra vida, como cuando alguien nos muestra la verdad, vemos su sustento, su base, su solidez y aún así, decidimos no aceptarla, la rechazamos. Quizás por no querer reconocer nuestro error, quizás por no estar dispuestos a enfrentar todos los cambios que tendríamos que hacer al aceptarla, quizás por temer al rechazo de otras personas, quizás por vergüenza… hay muchas posibles causas, pero me pregunto… ¿Sería alguna causa válida para rechazar la verdad?
Hay personas que no quieren reconocer su error porque al hacerlo tienen que confesar su pecado. Creer una mentira y defender una mentira, es pecado. Por ejemplo: Quien aprendió, defendió y enseñó que Jesucristo no es Dios, y escucha la verdad de la palabra, debe confesar que creía y vivía en el error. Solo meditando en las Escrituras podemos llegar a la convicción que nadie excepto Dios mismo podría haber realizado la expiación para la salvación. Además, si prestáramos mas atención a la historia de la iglesia, evitaríamos caer en enseñanzas erróneas o heréticas que intentaron combatir la verdad, en este caso, el concilio de Nicea en el año 325 d.C. determinó que las doctrinas y enseñanzas de Arrio acerca de que Jesucristo no era Dios no eran bíblicas, por esto, fueron desechadas y tanto él como sus seguidores sentenciados como herejes y excomulgados. La verdad, nos confronta con el pecado que debemos confesar, tal fue el caso de David cuando escuchó de boca de Natán: “Ese hombre eres tu”. Duele, cierto, pero qué otra cosa puede traer sanidad a nuestra alma golpeada por el pecado sino la humilde confesión (Pro 28:13). Del mismo modo es el caso del hijo pródigo quien se dio cuenta de la verdad de su vida; había derrochado el dinero, se había alejado de su padre, y no merecía ni siquiera ser tomado como su empleado… también experimentó así la verdad del amor de su padre cuando le recibió con los brazos abiertos. Enfrentar la verdad implica genuina confesión.
Otras personas rechazan la verdad porque no están dispuestos a enfrentar los cambios consecuentes: Cuando alguien comprende una verdad, debe vivir y modificar las cosas necesarias para ser consecuente en teoría y práctica. Por ejemplo: El que comprendió la inerrancia y suficiencia de la Biblia nunca debería incorporar en su prédica nada que atente contra estas doctrinas. Si dijera que la Biblia tiene algún dato equívoco porque la ciencia lo refutó posteriormente o si apelara en su sermón a otras ciencias humanísticas como la psicología o sociología para suplementar lo que la iglesia necesita para servir eficientemente a Dios, o para darle a los oyentes un mensaje más contundente y nutritivo, no estaría siendo consecuente con la verdad que se comprendió. Caben dos posibilidades, o se enseña de ese modo porque no se cree en la suficiencia de las escrituras o se cae en la hipocresía por no estar dispuesto a enfrentar los cambios.
Hay otros que rechazan la verdad porque no están dispuestos a pagar el precio: ¿Cuántos misioneros u obreros no están dispuestos a cambiar su posición doctrinal (cuando por el estudio bíblico se dan cuenta que creían un error fundamental) o dejar un ministerio simplemente porque no quieren dejar una jerarquía o sustento económico? Pocos son los valientes que rechazan la prosperidad material por seguir a Cristo. Un buen ingreso, una casa, un auto parecen ser beneficios muy altos para dejarlo por defender alguna doctrina fundamental de la fe, por eso, algunos minimizan sus diferencias, restándole importancia a ciertos temas para “mantener la paz”, cuando en realidad lo que hacen es vender la verdad por un precio muy bajo. Esto no es extraño en nuestros tiempos donde la “nueva tolerancia” predica el ecumenismo y corta las puntas afiladas de la verdad para que parezca mas suave pero sin que la gente se de cuenta que la distorsionan. Es cada vez mas común, prédicas que hablan menos de pecado y más del potencial que tenemos en nosotros, cultos más enfocados en la música contemporánea atractiva que en el temor de Dios, iglesias que se centran en “hacer sentir bien a la gente” y gente que se agolpa para escuchar lo que quieren oír, que si hacemos caso a Rom 3:1-10, nos daremos cuenta fácilmente que no están en busca de la verdad.
Por otro lado, hay personas que parecieran no poder llegar nunca a la verdad, aunque buscan y buscan, nunca llegan a ese conocimiento, como si les estuviera velado. Tal es el caso de la mujeres esclavas de diversos pecados y concupiscencias que cita Pablo en 2 Timoteo 3:7 y también es el caso de los que tienen la piedad como fuente de ganancia en 1 Timoteo 6:5. Estos la rechazan de forma atrevida y audaz, con argumentos y con experiencias, incluso muchas veces son expositores de la mentira y enemigos de la verdad como si esta fuera una “herejía”. En este caso podemos citar el ejemplo de los “falsos maestros” de quienes la Escritura dice que aunque tienen apariencia de piedad ellos resisten a la verdad; son hombres corruptos de entendimiento, y réprobos en cuanto a la fe (2 Timoteo 3:8). Si una característica de tales personas es rechazar la verdad, debemos abrir nuestros ojos frente a todo aquel que la rechaza, porque puede tratarse de un engañador.
Seguramente hay mas causas por la que algunos rechazan la verdad, pero quisiera terminar con una ilustración bíblica. Cuando Pilato estuvo frente a Jesús formuló una pregunta ¿Qué es la verdad? La escritura nos dice que Pilato luego salió… no nos dice cuanto tiempo se quedó frente al Señor Jesucristo esperando su respuesta… no nos dice si realmente quería escucharla… preguntémonos nosotros esto ¿Estoy dispuesto a conocer la verdad? ¿Estoy deseoso de escucharla y conocerla? ¿Estoy dispuesto a salir de la ignorancia o el desconocimiento? ¿Estoy dispuesto a confesar el pecado que la verdad me muestre? ¿Estoy dispuesto a realizar por la gracia de Dios los cambios que deba hacer para seguir la verdad? ¿Estoy dispuesto a pagar el precio? Si respondes que Sí a cada una de esas preguntas… entonces puedes preguntarle al Señor lo mismo que Pilato… ¿Qué es la Verdad? pero debes permanecer en su presencia esperando su respuesta… porque si sales de su presencia estarás actuando de la misma manera que él y no habrá agua que quite el pecado de tus manos.
Fuente: verdadenamor.wordpress.com
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