lunes, 19 de junio de 2017

¿Cuál Es la Voluntad de Dios y Cómo la Hacemos?


Por John Piper


Romanos 12:1-2

Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. 2Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.

El objetivo de Romanos 12:1-2 es que toda nuestra vida se vuelva “una adoración espiritual”. El versículo 1 dice: “… que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional”.
El propósito de la vida humana, ante los ojos de Dios, es que refleje a Cristo tan valioso como realmente es. Adoración significa usar nuestras mentes, nuestros corazones, y nuestros cuerpos para expresar el valor de Dios y todo lo que él es para nosotros en Cristo Jesús.

La paradoja del gozo cristiano

por Sugel Michelén


"En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas." 1 Pedro 1:6-9

          Esta semana pasada hablaba con un grupo de jóvenes del CCL y les decía que una de las razones por la que muchos que conocen el evangelio y saben que es verdadero, aún así rehúsan convertirse, una de las razones por la que esto ocurre es el hecho de que en lo más profundo de sus corazones tienen la convicción de que si se convierten salvarán sus almas para la eternidad, pero perderán sus vidas en el presente.

          Si se entregan por entero al Señor Jesucristo, obtendrán el cielo y evitarán el infierno, pero tendrán que pagar el precio de vivir aquí y ahora una vida sumamente aburrida e insípida. Por eso muchos albergan la esperanza de convertirse en la vejez, y así ganar el cielo de todos modos, pero sin perder la vida.

          Por supuesto, ese es un razonamiento equivocado porque parte de dos premisas falsas. En primer lugar, asume erróneamente que la salvación está en nuestras manos y que podemos convertirnos cuando nosotros queramos.

Ese es un engaño con el que el enemigo de las almas ha dormido a muchos. “Todavía hay tiempo de sobra para hacer eso más tarde, después de que hayas disfrutado de la vida un poco más”.

martes, 28 de marzo de 2017

Nueve formas de saber que el Evangelio de Cristo es verdadero


Por John Piper

1. Jesucristo, como nos es presentado en el Nuevo Testamento, y como aparece ante nosotros a partir de todos sus escritos, es demasiado sencillo y demasiado grande para haber sido inventado tan uniformemente por estos escritores. El poder de Jesucristo desató estos escritos; los escritos no crearon el poder. Jesús es mucho más grande y más convincente que cualquiera de sus testigos. Su realidad confirma estos escritos como un evento grande, global; respalda a miles de presentadores. Algo formidable desató a estos diversos testigos para contar estos relatos sensacionales y variados, pero unificados, de Jesucristo.

martes, 11 de octubre de 2016

¿Por qué tienes dificultades como cristiano?


Por Tony Segar

¿Te has preguntado alguna vez por qué tienes dificultades como cristiano? Te convertirse a Cristo pensando que te iría chévere, que Cristo a tu lado, ahora está de tu lado, garantía de un éxito en todo lo que emprendieras. Pero no ha sido así. Cuando te ha ido “de la patada”, sientes que eres objeto de la mala suerte, más que sujeto de la bendición.
En la vida cristiana, las aflicciones no son un accidente del destino, no es el azar lo que controla tu vida sino la providencia de Dios. Uno de los libros de la Biblia más empapados de lágrimas aclara: ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? (Lam 3:37).

Antes de preguntar “porqué”, Dios quiere que nos preguntemos “para qué”. Porque tanto es verdad que nada nos viene por azar como que nada de lo que nos viene es en vano. Dios tiene un mínimo de cuatro grandes propósitos por las que permite que seamos afligidos.

martes, 10 de noviembre de 2015

La ley y la gracia

Por Miguel Núñez

Con cierta frecuencia, el pueblo de Dios encuentra una gran dificultad en mantener el balance entre verdades bíblicas que nosotros colocamos en polos opuestos, pero que Dios coloca una al lado de la otra. Recientemente leí un artículo donde el autor hacía una comparación entre tres posibles (y únicos) enfoques a la hora de enseñar: la predicación de la gracia del evangelio, el libertinaje, y el legalismo. Si lo presentamos de esa manera, el único tipo de predicación que tiene sentido bíblico es la predicación de la gracia del evangelio. El problema está en que el libertinaje es una distorsión del uso de la ley, como también lo es el legalismo. Ahora bien, la gracia solo representa uno de los atributos de Dios, y por tanto la predicación exclusiva de la gracia nos da una idea incompleta y desbalanceada del carácter de Dios.

viernes, 2 de octubre de 2015

Vanos remordimientos


por Arthur W. Pink

"Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mi. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo".                          1 Corintios 15:8-10


Existe en los hombres y las mujeres de nuestros días una inclinación a interesarse en cualquier cosa que parezca atractiva. Vivimos en la era de la publicidad, y la gente está dispuesta a creer todo lo que se le diga. Cree en los anuncios, cree lo que se le dice, lo que hace suponer que si viera en el pueblo, cristiano algo que le diera la impresión de que estos viven gozosos, felices y triunfantes, se arremolinaría en tomo de ellos, ansiosa por descubrir el secreto de vida tan afortunada. Por lo tanto, no es aventurado deducir que lo que cuenta para las grandes masas de afuera es la condición de los de adentro.

Con mucha frecuencia damos la impresión de que estamos desanimados y deprimidos; a decir verdad, algunos hasta dan la impresión de que llegar a ser cristiano significa encarar problemas nunca antes conocidos. Y así, vistas las cosas de manera superficial, el hombre del mundo llega a la conclusión de que hay más gente feliz fuera de la iglesia que dentro de ella.
Tal percepción, por supuesto, es del todo errónea. Pero tenemos que admitir que, en cierta medida, algunos de nosotros debemos declararnos culpables de tal acusación, y que muy a menudo nuestra depresión espiritual y nuestra mediocre condición de cristianos infelices nos hacen pésimos representantes del evangelio de la gracia redentora.

El temor del hombre


Por J. C Ryle



“El temor del hombre” -verdaderamente- “pondrá lazo” Proverbios 29:25. 

Es terrible observar el poder que tiene sobre la mayoría de las mentes, y especialmente sobre las mentes de los jóvenes. Muy pocos parecen tener su propia opinión, o pensar por sí mismos. Como pescados muertos son arrastrados por la corriente. Lo que los demás piensan que es bueno, ellos también piensan que lo es; y lo que los demás llaman malo, ellos también llaman malo. Hay muy pocos pensadores originales en el mundo. La mayoría de los hombres son como ovejas: siguen al líder. Si fuera la moda del día ser romanista, serían romanistas, si lo fuera ser mahometano, serían mahometanos. Temen mucho la idea de ir en contra de la corriente del día. En una palabra, la opinión del día se convierte en su religión, su creencia, su Biblia y su Dios.
El solo pensar “¿qué dirán o que pensarán mis amigos de mí?” destruye muchas buenas intenciones.



El temor de ser observado, ridiculizado y de ser objeto de las burlas, impide la formación de muchos buenos hábitos. Hay muchas Biblias que pudieran ser leídas este mismo día si sus dueños se atrevieran. Saben que deberían leerlas, pero tienen miedo: “¿Qué dirá la gente?” Hay rodillas que se doblarían en oración esta misma noche, pero el temor a los demás se lo impide: “¿Que diría mi esposa, mi hermano, mi amigo, mi compañero, si me viera orando?” ¡Ay, qué esclavitud tan miserable es ésta, y no obstante, tan común! “Porque temí al pueblo,” dijo Saúl a Samuel cuando quebrantó el mandamiento del Señor (1 Samuel 15:24). “Tengo temor de los judíos” dijo Sedequías, el rey rebelde de Judá; y por su temor, desobedeció el consejo que Jeremías le dio (Jeremías 38:19). Herodes tuvo miedo de lo que pensarían sus invitados, así que hizo lo que lo hizo “excesivamente triste”: decapitó a Juan el Bautista. Pilato temió ofender a los judíos, así que hizo lo que su conciencia le decía que era injusto: entregó a Jesús para ser crucificado. ¿Si esto no es esclavitud, entonces qué es?
Joven, quiero que todos los jóvenes estén libres de esta esclavitud. Quiero que a ninguno de ustedes les importe la opinión ajena cuando el camino del deber es claro. Créeme, es grandioso poder decir: “¡No!” Este era el punto débil del buen rey Josafat, cedió fácilmente en sus tratos con el rey Acab, y, por ello, se acarreó muchos problemas (1 Reyes 22:4). Aprende a decir “No”. No dejes que el temor de no parecer simpático te impida hacer lo que debes. Cuando los pecadores te insisten, di decisivamente: “Yo no consentiré” (Proverbios 1:10).

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