jueves, 6 de septiembre de 2012

La Predicación de nuestros días Vs. La Predicación Histórica


Por Misael Nieto

En Romanos 3:21-28 encontramos el pilar de la fe cristiana. A lo largo de la historia, los teólogos han estimado estos versos como la columna vertebral de la fe, y por lo tanto de la predicación. Algunos han dicho: “he aquí la acrópolis de la fe cristiana”.


"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley."


Pero ¿por qué razón? Sencillamente porque en estos versículos encontramos la realidad universal del hombre. El hombre es pecador y los pecadores son culpables. Dios es un Dios justo, y el debe hacer justicia porque esa es su naturaleza. El hombre pecó, y “Dios no tendrá por inocente al culpable” (Éxodo 34:7). Nuestra herencia era la condenación eterna. Por eso “todos están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Pero Dios mismo entregó a su Hijo unigénito, e hizo justicia con su sangre. Cristo pagó nuestras deudas y nuestros crímenes no quedaron impunes. Romanos 3:22 nos muestra que esta justicia por medio de la fe en Jesucristo se aplica a todos los que creen en Él.
Esta verdad bíblica es esencial y básica, y es la más importante de todas las verdades bíblicas, debido a que aquí se plantea el problema universal del pecado, su condenación y la salvación de Dios por medio del sacrificio de Cristo en la cruz del calvario tomando nuestro lugar.


Podríamos hacer un recorrido estudiando todo desde Génesis hasta Apocalipsis y nos daríamos cuenta de que el hilo que une todos estos libros, es Jesucristo y su obra redentora. Desde la primera profecía mesiánica en Génesis 3:15 hasta el cielo nuevo y la tierra nueva que aparecen en el final de Apocalipsis como evidencia de que la obra redentora de Cristo por la humanidad dio resultado.
Lo que se está tratando de establecer en este artículo, es la importancia de Cristo en las Escrituras. Esta importancia fue reflejada en las predicaciones y los himnos que han acompañado al cristianismo bíblico a lo largo de toda su historia. Cristo siempre fue el centro de nuestra fe y la razón de nuestra predicación.

En la actualidad, la predicación ha ido cambiando y se ha ido adaptando a intereses y caprichos. Esta aseveración es fruto de análisis y no un mero juicio despojado de verdad. La comprobación es sencilla. Tenemos a mano predicadores en nuestros medios de comunicación y tenemos libros en nuestras librerías cristianas que sirven para demostrar que Jesucristo ha dejado de ser el centro de nuestra atención.

Pablo le advirtió a Timoteo que llegaría un día, en el que las personas se amontonarían maestros que enseñarían conforme a sus propios pecados:

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”  2 Timoteo 4:3

Si creemos que las Escrituras son inspiradas por Dios, debemos aceptar entonces que Pablo tenía razón y que estas cosas están sucediendo el día de hoy.
El corazón de nuestra doctrina es Cristo. Siempre ha sido así. Cristo es el centro de todo. La razón de nuestra fe y el objetivo de nuestra fe. Pablo dijo “Para mí el vivir es Cristo (…) (Filipenses 1:21).
Él nunca debe ser dejado a un lado en nuestra predicación o nuestra vida de iglesia. La iglesia de Laodicea cometió este error. La gente no abandonó la iglesia, sin embargo la iglesia abandonó a Cristo. A ellos Cristo les habla y les dice

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20

Cuando un predicador usa su tiempo en el púlpito para hablar más de riquezas materiales que de Cristo, ese predicador ha perdido la noción de lo importante. Cuando un predicador evangeliza en base solamente a promesas de bienestar y no menciona el sacrifico de Cristo en la cruz ni confronta al pecador con el pecado y su necesidad de un redentor, ese predicador ha dejado a un lado lo importante y se ha aferrado a una predicación sencilla sin Cristo. Cuando el púlpito es un altar de alabanza a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida en lugar de exaltar a Cristo, en esa iglesia Jesucristo está en la puerta, del lado de afuera llamando. Si alguien lo deja entrar, el va a entrar.

Hoy en día, más que nunca debemos prestar atención a las palabras de Cristo. Y si vamos a hablar, hablemos de Cristo, si vamos a enseñar, enseñemos a Cristo, si vamos a vivir, vivamos para Cristo. No cometamos el terrible error, de quitar de nuestra teología al autor y consumador de la fe que es Cristo, ni saquemos de nuestra iglesia al Señor de la iglesia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...