jueves, 2 de agosto de 2012

Mantén la presencia de Dios


Te comparto un muy buen artículo de John Piper  quien analiza un sermón de Jonathan Edwards, el gran pastor y misionero.
Estoy seguro que, como sucedió conmigo, también te hará reflexionar.

De vacaciones, guardé una copia de los sermones de Jonathan Edwards en mi mesita de noche como una forma de ir a dormir con la mente centrada en Dios. Uno de esos sermones se llamó "Manteniendo la Presencia de Dios." Fue predicado en un día de ayuno en toda la colonia, en abril de 1742.
La segunda ola del Primer Gran Despertar había culminado en los alrededores, y Edwards estaba viendo tanto las consecuencias buenas y malas del Renacimiento. El vio peligros espirituales acechando por todas partes. Al año siguiente, al predicar su famosa serie sobre los afectos religiosos, el se convertiría en el analista y estudiante de corazones humanos más cuidadoso que haya despertado en el Renacimiento. Lo que el vio en esos corazones era mixto.

Así que en este sermón, "Manteniendo la Presencia de Dios", su objetivo era estimular cristianos activos a estar atentos de que su exuberancia no llegara a ser orgullo. Los exhortó a entregarse a la vigilia y la oración, así como a mantenerse quebrantados, humildes y felices en el buen trabajo de Dios en sus vidas.



¡Oh, qué diferente es el camino de la madurez cristiana señalada por Edwards al camino que la mayoría de los cristianos sigue hoy en día. Hay una especie de actitud arrogante hacia nuestra seguridad hoy en día. Hay poco de temor, poca vigilia, ímpetu, cuidado y vigilancia sobre nuestras almas. Hay una especie de actitud informal, negligente y descuidada hacia la posibilidad de que podamos hacer naufragio de nuestra fe y no echarle mano de la vida eterna. Tenemos la noción de que la seguridad es una especie de cosa mecánica, automática. Oramos una vez para recibir a Jesús. Somos salvos y no hay lugar para "ocuparnos de (nuestra) salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12). Eso no es lo que Edwards vio en la Biblia.

Por lo tanto, el le ruega a su pueblo, y yo les ruego a ustedes, que "mantengan la presencia de Dios". No es automático. El texto de Edwards es 2 Crónicas 15:1-2, que contiene las palabras:

"El Señor. Si tú le buscas, el será hallado por tí, pero si le abandonas, él te abandonará".

Dado que no queremos que Dios nos abandone, debemos ser vigilantes sobre nuestras almas para que no le abandonemos. Es cierto que Dios nunca abandonará a Sus propios hijos. Pero la prueba de que somos Sus hijos es que El obra en nosotros la vigilancia para no abandonarlo. El no abandono de Dios es el trabajo que El hace en nosotros para evitar que Lo abandonemos (Fil. 2:12-13).

Lo más sorprendente en este sermón que era nuevo para mí, fue la advertencia de que, incluso el contemplar a Cristo puede ser una trampa. Esto parece poco probable porque en 2 Corintios 3:18 Pablo dice:

"Todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando unánimes la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de un grado de gloria a otro".

En otras palabras, ver la gloria de Cristo en el evangelio es un gran medio de llegar a ser como Jesús. Así es como somos santificados - viendo a Cristo.

Así que, ¿por qué Edwards nos advierte que ver a Cristo puede ser una trampa? Lo hizo debido a lo que leyó nueve capítulos más adelante en 2 Corintios 12:7-10. Pablo dice ahí que él ha estado "inmerso en el paraíso" (v. 3) y que se le había dado "visiones y revelaciones del Señor" (v. 1). Luego dice que a causa de estas visiones y revelaciones del Señor, se le ha dado una "espina en la carne" (v. 7) para evitar que se envanezca. Pablo suplicó al Señor que se la quitara (v. 8). Pero el Señor dijo que Su propia gracia brillará más intensamente en la debilidad de Pablo causada por la espina a que si el estuviera entero.

Esto significa que las visiones de Pablo del Señor eran peligrosas para su alma. Tuvo que ser lisiado por una espina para que estas visiones no le hicieran daño. Esta es la forma en que Edwards lo dice:

Hay un gran peligro. Sé que grandes grados de la presencia espiritual de Dios tienden en gran manera a frenar y mantener bajo el orgullo. Pero sin embargo, no es toda la gracia. Y aunque en estos casos habrá mucho para frenar de alguna manera, así hay mucho para tentar y provocar de otra manera. Las tentaciones en estos casos son a menudo muy grandes. El ser muy amado y exaltado por Dios tiende a alimentar el orgullo a sobremanera, si es que queda algo. El mismo apóstol Pablo no estaba fuera de peligro.

En otras palabras, el peligro del orgullo espiritual es tan sutil que incluso debemos estar atentos en el lugar de mayor santificación (viendo la gloria del Señor). Si hay algún remanente de orgullo en nosotros, incluso la gloria pura puede ser distorsionada para alimentarle.

Por lo tanto, les exhorto, y a mi mismo, en las palabras de Jonathan Edwards: "Será necesario tener la mayor vigilia imaginable con respecto a este asunto, y muy seriamente pedirle al gran buscador de corazones: porque aquel que confía en su propio corazón es un tonto"




Fuente: es.gospeltranslations.org

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